Disecados
Un elefante lleva sobre su lomo una pomposa silla tejida, casi un trono, con parasol y almohadones. El animal está parado en dos patas; intenta sacudir su espalda; su rostro expresa inmenso terror. Su trompa apunta el cielo; su boca grita de miedo. Volteado hacia atrás, con ojos agigantados, mira la parte trasera de su lomo donde un feroz tigre de bengala clava sus garras e intenta alcanzar la silla real. Ojos saltones y grandes colmillos destacan en el rostro agresivo del felino.
Congelada en el tiempo, la escena, hecha con animales taxidermizados, narra eficazmente, el momento cuando una manada de tigres atacó la caravana real francesa, en su visita a la India, un día del Siglo XVIII. El Rey sobrevivió y meses después, recibió halagado el regalo de esta “escultura” que un maestro taxidermista de la época preparó para palacio. El conjunto escultórico permitía trasmitir en representación, tamaño real y en 3D, un momento sinigual.
Eran tiempos previos a la fotografía. En ausencia del cine y el video, la narración oral y el testimonio escrito, no parecían ser suficientes para transmitir con crudeza la dimensión y el susto de ese instante. Ni para elevar a niveles míticos, la supuesta valentía de su Majestad. Las formas de la representación tenían en la Taxidermia un aliado poderoso para contar historias excepcionales, con emoción y dramático realismo…o para exagerarlas.
Aún hoy, más de doscientos años después, esta impresionante puesta en escena produce emoción y estupor, al contar visualmente aquel singular ataque de tigres a la caravana de elefantes cabalgados por nobles franceses y sus guías. La Taxidermia está impecable, como lo está la fuerza narrativa en este cuento objetual que interrumpe imponente el paso de los visitantes, a una estancia de la Gran Galería de la Evolución, en el Museo de Historia natural de París.
Refinada técnica y arte se unían en el trabajo de producción de escenas narradas con animales disecados, que eran cazados para ello, o eran producto de cacerías y safaris en boga en aquellos tiempos. Era una eficaz forma de registrar y narrar visualmente, con drama y emoción, aquello que el cronista intentaba comunicar. Era la fotografía 3D, de entonces; el “reality show”, la crónica visual; la cinematografía de un instante, que vencía barreras de tiempo y distancias…con las técnicas del momento.
La representación de escenas, llevó en el siglo XIX, a la técnica del “diorama”, un complejo escenario que muestra un hábitat silvestre, con especímenes animales disecados y montados en pose de acción, que interactúan en un paisaje simulado con escenografías pintadas y flora artificial. La necesidad de una eficaz didáctica de la naturaleza, el deseo de contar anécdotas y de mostrar paisajes de zonas remotas, en un mundo sin medios audiovisuales y con dificultades para los viajes, causó el esplendor de los dioramas. Recordemos que los medios de transporte eran precarios y los viajes largos reservados a elites de poder económico. Los dioramas, como recurso comunicacional, fueron de gran éxito al mostrar lo desconocido en forma tridimensional y en tamaño natural.
La invención de la bombilla eléctrica y las técnicas teatrales, mejoraron la puesta en escena de estas historias mudas que protagonizaban las pieles preparadas de animales silvestres de todos los tamaños, cazados en sus habitas naturales.
Obviamente, eran los tiempos pre-ecológicos. Aún la especie humana no comprendía su dependencia del resto de los seres vivos, ni habíamos entendido la trama de la vida en el planeta, que conecta todas las diversas poblaciones animales en un complejo tinglado de inter dependencias que nos hace vulnerables si algo ocurre a otras especies. Poco sabíamos de cómo funciona la biota y todavía no elaborábamos los conceptos que nos llevan hoy a relacionarnos de manera diferente con la fauna y evitar su cacería para tales fines. Eran tiempos cuando la contaminación de ecosistemas, la extensión de fronteras urbanas y el manejo no sustentable de especies, no habían todavía provocado la disminución de la población animal ni había cientos de especies de fauna y flora en ruta a su extinción prematura.
La caza, para hacer didáctica del conocimiento, para narrar por medio de escenas algún evento o anécdotas o para mostrar paisajes de lugares remotos a través de dioramas, no provocó la extinción de la fauna, pero en la actual situación de deterioro ambiental y peligros de extinción, es un factor que incidiría negativamente en el proceso de degradación que diezma las especies silvestres.
La cacería mal llamada “deportiva”, fue una práctica de raíces profundas en la cultura homocéntrica; el ancestral impulso de retar al peligro y la arcaica confrontación hombre-naturaleza, imperó en el mundo hasta no hace mucho. Colecciones de Museos y Universidades, se enriquecieron con animales cazados y donados por cazadores expertos. También las salas de casas y los salones de muchos clubes exhibían “fieras” vencidas. La ausencia de saberes y sensibilidades de corte ecológico prevaleció hasta mediados del siglo XX.
Cuando todos supimos más, todo cambió. Cesaron los disparos, los safaris, los trofeos de caza… Fue entonces, que los expertos cazadores colgaron las escopetas y muchos se asumieron defensores de la naturaleza. Todos evolucionamos y cambió la manera de ver, sentir, entender y aproximamos a la fauna, gracias a la fuerte presencia de la ecología en el escenario público y al cambio en el pensamiento científico con preceptos ambientales.
Terminó casi totalmente, ese atávico desencuentro de humanos y animales. Ciudadanos de todas las naciones crearon santuarios y refugios de fauna; centros de estudio y reproducción de especies. Impulsaron cambios en la legislación y crearon organizaciones privadas y de Estado en defensa de la naturaleza y para proteger los animales del planeta. El safari se volvió fotográfico. Muchos países prohibieron exhibir públicamente animales como trofeos. Esas piezas pasaron a engrosar valiosas colecciones de estudio o didácticas, o permanecen en la privacidad de hogares donde se les reconoce como producto de otros tiempos cuando sabíamos menos.
El cambio de la cultura con la incorporación de conocimientos y sensibilidades nuevas asociadas al ambiente, y la llegada de nuevos tiempos cuando viajar y conocer regiones se hizo mucho más accesible, hicieron que comunicar visualmente realidades lejanas, tomara otros rumbos distintos al Diorama, las escenas o exhibición de animales disecados. Se produjo un profundo cambio en las formas de representación y comunicación visual de la fauna. La evolución desde el View Master al monitor 3D, las holografías y nuevas técnicas de escultura; el desarrollo de la robótica, así como profundos cambios en las formas visuales de narrar y percibir, ayudaron a la desaparición de narrativas donde los animales reales eran protagonistas.
El video y la fotografía digital, masificaron la imagen; el desarrollo de la fotografía, las holografías, el 3D, el I-Max, y la Internet terminaron de multiplicar y democratizar el intercambio de realidades visuales. Las tecnologías de Información y Comunicaciones (TIC) han suministrado excelentes herramientas a la expresión visual ante necesidades narrativas y didácticas. El infinito desarrollo a las formas de representación, eliminó la necesidad de los dioramas o escenas con animales reales. No hay que cazar ni disecar para contar.
La caza está ahora limitada a la llamada “cacería de subsistencia” que se práctica para consumo y proveerse de proteínas. También se práctica la cacería de animales silvestres con fines de investigación y estudio, para seguir aprendiendo y develar lo que aún desconocemos de la fauna y sus hábitos. Entretanto, la cacería “deportiva” sólo se realiza legalmente en eventuales cacerías profilácticas, como medio de control de poblaciones, en algunos Parques Nacionales de África.
Lo demás es cacería ilegal, producto de beneficios económicos que proporciona el inconsciente comercio y tráfico de animales o de partes de ellos. Las falsas creencias y superstición, la superchería y algunos cultos, que atribuyen a ciertas especies de fauna atributos medicinales o espirituales que no tienen, contribuyen también a incentivar la estúpida matanza ilegal de especies silvestres.
No obstante todo ese cambio y evolución del pensamiento humano, que ha dejado atrás la cacería y muchas otras prácticas atávicas, con el desarrollo de nuevas concepciones y maneras más cercanas a la verdad científica, parece no haber incidido en el pensamiento dogmático de algunos voceros oficialistas quienes no comprenden la dialéctica de la Historia, ni estudian.
Con pensamiento disecado, anclados en el pasado, y sin conocer el tema, emiten juicios de valor que denotan la ausencia de evolución de sus ideas y una descomunal ausencia de saberes. En fechas recientes, en VTV y otros medios oficiales, y usando la ABN, estos voceros y algunos periodistas, juzgan y condenan extemporáneamente a antiguos cazadores, culpan al “capitalismo” de la extinción y manipulan información.
Obvian, por ejemplo, que la cacería nació cientos de años antes del capitalismo; que la extinción no la provocó la cacería, y que tal práctica era usual, indistintamente del pensamiento o ideología política que se profesara. Fidel Castro siempre fue aficionado a la caza de animales silvestres. Son bien conocidas las fotos de Fidel y Nikita Krushchev en Rusia en jornadas de cacería “deportiva” de alces, conejos y otras especies.
Stalin, Lenin y hasta Neruda disfrutaban de la cacería, quizás tanto como Theodore Roosevelt, Ernest Hemingway o Carlos de Borbón, Rey de España. Omiten informar sobre la fuerza de tuvo la “cacería deportiva” en la Europa socialista del Este, de famosos dioramas y donde cientos de cabezas disecadas presidían salones de la burocracia roja oficial. Y nada mencionan de la actual cacería y tráfico de especies en China, entre muchos ejemplos del Socialismo real, tan depredador del ambiente como el capitalismo salvaje.
Al reducir todo a su banal diatriba doctrinaria no entienden aquello que está asociado a la Cultura y la condición humana. No comprenden la evolución del pensamiento ni el devenir de las ciencias.
Mientras tanto, estos desinformados voceros, con altos cargos, permanecen como disecados, mudos, ante las numerosas muertes de animales, en años recientes, en zoológicos y acuarios oficiales venezolanos. Y se hacen los ciegos con la negligente gestión en los parques nacionales del país, donde la destrucción de ecosistemas resta hábitat a la fauna; y la falta de vigilancia y control, propicia la cacería ilegal en esos espacios reservados a la preservación.
Los dogmas son ideas disecadas que hacen más daño que una manada de feroces hambrientos tigres de bengala.
Sergio Antillano A.